viernes, 30 de septiembre de 2016

Abordaje en Ayutthaya (1628) y el fin de las relaciones entre España y Japón

Ya hablamos en una entrada anterior sobre los enfrentamientos entre occidente y Japón en torno a la fecha de los ahora famosos combates del Cagayán, demostrando que se encontraban dentro del contexto del final de la política japonesa de expansión territorial y comercial a través del permiso dado a aventureros y pequeños señores territoriales para armar naves que se dedicaran a la piratería en aguas asiáticas. Éstos eran los famosos "wako".

Sin embargo, el aumento del comercio y la influencia extranjera en Japón durante las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del siglo XVII, así como la presencia de una gran comunidad de japoneses conversos, hicieron al gobierno del shogún replantearse su postura. En efecto, el comercio que Japón desarrollaba en Manila era muy importante, ya que cambiaba la plata americana llegada a través del sistema del homónimo galeón por muy necesarios suministros (alimenticios, la mayor parte) de los que la colonia española era deficitaria.

Una "nave de sello rojo", en la que podemos apreciar un diseño mixto entre la tradición naval japonesa y la europea. Éstas naves fueron las responsables de las iniciativas comerciales japonesas entre los años 1600 y 1635.


Durante ésta nueva etapa, el gobierno japonés trató de cerrar los puertos propios a la llegada de los europeos, a excepción de los holandeses, mientras que concedía una serie de permisos a gobernantes locales para la construcción y uso de "naves de sello rojo" que se encontraban bajo la protección del gobierno nipón. Éstas naves, construidas a medio camino entre el diseño autóctono y el occidental (recordemos que los japoneses fueron capaces de construir una réplica de un galeón español, el San Juan Bautista, que el famoso daimyo Hasekura Tsunenaga utilizó para llegar hasta Nueva España en la primera parte de su famoso viaje) atracaban en puertos de la zona del sudeste asiático donde podían comerciar tanto con los europeos como con las diversas naciones asiáticas y sus representantes.

Uno de esos puertos, quizá el más importante, fue el que por entonces era la capital de un reino tailandés homónimo, Ayutthaya, llamada "la Venecia del este" debido a sus muchos canales. Una ciudad vibrante, con más de 300.000 habitantes a comienzos del siglo XVII (llegarían a un millón en torno al año setecientos), había iniciado pronto su contacto con los portugueses asentados en Malaca (1511). Los acuerdos comerciales, que incluían la venta de armas occidentales para combatir a los enemigos del reino, habían hecho crecer a la comunidad cristiana allí asentada. A los misioneros portugueses se sumaron los españoles tras la unión entre ambas coronas (1582), llegando a recibirse un permiso para construir un monasterio en piedra (1585) llamado "Madre de Dios".

La cristiana no era la única comunidad presente en Ayutthaya, cuyos habitantes eran de confesión budista, pues también tenían presencia los musulmanes e incluso los japoneses. Dirigidos por el aventurero Yamada Nagamasa (que llegó a derrotar a fuerzas españolas en 1624), en el año 1627 la capital tailandesa contaba con una comunidad de mil nipones. Entre ellos había no pocos cristianos, que huían de la persecución que a su religión se hacía en las islas y que se recrudeció a partir de 1614, además de ronin (samurais sin señor) que habían estado en el bando perdedor durante la Batalla de Sekigahara (1600) y el Asedio de Osaka (1614-1615). De entre ellos, el número de cristianos bajo el cuidado espiritual de los padres jesuitas llegaba a los cuatrocientos.

El poderoso reino tailandés de Ayutthaya servía como puerto seguro para los intercambios con naciones extranjeras. Los japoneses encargaron no pocas naves "de sello rojo" a sus magníficas atarazanas.


Españoles y portugueses, ahora formando un frente común frente al progresivo aislamiento de Japón en lo tocante al cierre de sus puertos, tenían razones para estar molestos. Ya en 1616 los holandeses, aunque técnicamente en tregua con España, propusieron al shogún Hidetata que atacara Luzón para expulsar a los españoles de Filipinas y el teatro asiático, algo que el gobernante "no rechazó". En torno a 1624 el gobierno del shogún cortó el tan necesario comercio de víveres con Manila. Como respuesta, se envió desde Filipinas una embajada encabezada por Fernando de Ayala, que no llegó a entrevistarse con el shogún en Edo en gran parte por que los holandeses convencieron al gobernante de que con la visita los españoles trataban de introducir secretamente a misioneros cristianos, que habían sido anteriormente prohibidos.

Fue aquel mismo año cuando finalmente el comercio japonés con España se detuvo. Quedaba, sin embargo, "un as en la manga", el comercio a través de Ayutthaya como puerto neutral. Los navíos de sello rojo seguían navegando bajo permiso del shogunato, y el gobierno español en Filipinas instruyó a los jesuitas para que intensificaran el proselitismo de la religión católica en la ciudad: era la era de la gran comunidad de cristianos japoneses en la ciudad.

Una película tailandesa de artes marciales, estrenada en 2010, se basa en la fascinante historia de Yamada Nagamasa, que sirvió como guerrero al rey de Ayutthaya en numerosas contiendas.


Paralelamente, la guerra entre los intereses ibéricos y los holandeses proseguían. Manila fue atacada en varias ocasiones, en el entorno de Playa Honda (1609, la gran batalla de 1617 y una acción menor en 1624). Haciendo frente a la mala fortuna de esas campañas, los calvinistas trazaron planes para una invasión conjunta con los japoneses, propuesta que fue estudiada (como ahora veremos) por los nipones.

Sintiendo la necesidad de efectuar una llamada de atención al gobierno japonés y de paso vengando la derrota de las fuerzas españolas frente a Nagamasa en 1624, el gobernador de Filipinas, Juan Niño de Tabora, mandó tropas bajo las órdenes del capitán Juan de Alcarajo. En medio de un panorama crecientemente hostil hacia la comunidad japonesa en Ayutthaya, que sería expulsada en 1630, los soldados españoles abordaron y quemaron una nave japonesa de sello propiedad de Takagi Sakuemon, que llevaba un cargamento valorado en no menos de 25.000 pesos.

La colaboración entre holandeses y japoneses propuso varios proyectos. A raíz de la quema de la nave de Sakuemon por parte de las tropas españolas en 1628, una invasión conjunta para la captura de Manila estuvo planeándose durante más de una década.


Éste suceso, acaecido en el año de 1628, supuso un enfriamento definitivo para las relaciones entre españoles y japoneses. Éstos intensificaron sus programas de construcción naval de cara a una más que posible represalia contra los españoles en Manila, mientras que mandaron al daimyo de Hizen, Shimabara Matsukura, en dos embajadas sucesivas a la las Filipinas españolas para comerciar con varios navíos, pero también para recabar información y sondear la postura hispana. Al gobernador Niño de Tabora (que sabía de las dobles intenciones de los nipones) así como a sus sucesores, se les acumulaban los problemas. Los holandeses prometieron, en la década de los 30 del siglo XVII, su apoyo a los japoneses para atacar Manila, pero éste plan de ataque conjunto se fue apagando a causa de la necesidad de suprimir la revuelta de Shimabara, motivada por el descontento de los cristianos japoneses tras los duros años de persecución.

Las relaciones se perdían irremediablemente. Los años 40 del siglo XVII, a pesar de ver el final de la Guerra de los Ochenta Años, supusieron el triunfo final de los holandeses, que quedaron como únicos intermediarios entre Japón y el mundo exterior, a través del islote de Dejima: un sistema que duraría más de dos siglos. En cuanto a las Filipinas, los holandeses siguieron rondando Manila y con mayor atrevimiento en aquella década. A los grandes ataques de 1646, que los españoles ganaron de forma cuasi milagrosa, le siguieron otros, que rallaron los últimos años de las hostilidades entre ambas naciones (1647 y 1648). Fue precisamente en ese año, 1647, cuando españoles y portugueses (que estaban en la guerra entre si en la Península) trataron en vano de forzar una entrada de su flota en Nagasaki. Fue el canto del cisne.

Manila fue salvada, al menos de momento, y no sería ocupada por una potencia extranjera hasta la invasión británica de 1762. Pero eso, nuevamente, es otra historia que merecería ser contada.

A pesar de la firma de la paz con España, Holanda gozó durante el resto del siglo de una prosperidad labrada en gran parte por sus intereses comerciales y coloniales en Asia. En adelante, sus mayores enemigos serían los ingleses, que les arrebatarían la efímera primacía de los mares que tanto les había costado conseguir.



Bibliografía

Carta de Niño de Távora sobre materias de gobierno. Archivo General de Indias, FILIPINAS, 8, R.1, N.6 - 8.
Cesare Polenghi, Samurai of Ayutthaya: Yamada Nagamasa, Japanese Warrior and Merchant in Early 17th Century Siam. Lotus Press, 2009.
Birgit Tremml-Werner, Spain, China and Japan in Manila, 1571-1644: Local Comparisons and Global Connections. Amsterdam University Press, 2015